A mí me parece que el Perú es un país excepcional, pues es el único del mundo en donde, de alguna manera, se han dado cita las razas de todos los continentes para probar –si es posible– convivir entre ellas. Nuestra tradición es una en la que se fusionan componentes andinos, europeos, africanos y asiáticos. Esto no es un fenómeno reciente, sino que tiene que ver con varios siglos de historia. Pero hay algo más: esta variedad étnica y cultural se corresponde con una variedad geográfica y ambiental. […]
Pero el conflicto es, al mismo tiempo, uno de nuestros principales males.
Aquí en nuestro país el género humano está haciendo una serie de experimentos de convivencia, para ver si funciona. El asunto de la convivencia de contrarios o de seres distintos será el gran tema del siglo XXI en Europa, en Estados Unidos y en todas partes. Aquí en el Perú llevamos siglos experimentando con eso. Sin embargo, esta riqueza, esta diversidad, tiene una contraparte negativa muy arraigada, que es como la otra cara de la misma moneda: la exclusión y la división, que se expresan a través del racismo y la discriminación.
¿Cómo crees que evolucione este asunto en las siguientes décadas?
Este es nuestro gran obstáculo como país, obstáculo que coexiste con la gran riqueza de la que hablamos antes. La discriminación es lo que más ha influido en nuestro subdesarrollo, en nuestras dificultades, en nuestras deficiencias, en la falta de un sentido de pertenencia. Por fortuna, está comenzando a transformarse. Yo creo que el gran acontecimiento del siglo XX en el Perú es el de la migración de personas del mundo andino a la costa. […]
Así como carecemos de conciencia del largo plazo, tampoco tenemos mucha conciencia del otro.
La falta de conciencia sobre el otro es responsabilidad directa de unas clases dominantes que no han sabido ser clases dirigentes y que no han tenido compromiso con la sociedad. Parece que ahora lo están adquiriendo, en parte por miedo y en parte tal vez por conciencia. El hecho, por ejemplo, de que varias veces en la CADE el tema haya sido la inclusión no hubiera pasado hace treinta años. Hay, por otro lado, un asunto que tiene también mucho que ver con esto: la valoración de lo propio. […]
Es que hay tanto para criticar.
La falta de valoración de lo propio es un problema muy grave, pues indica una falta de cohesión. Por fortuna, creo que eso se está modificando poco a poco. Hay que ver cómo la comida peruana se ha convertido en una cocina de lujo, de gourmets. Pero el cambio también está ocurriendo en la música. Cuando Pinglo muere, en el año 30, su muerte pasa casi desapercibida, pues para la clase alta el vals era música del callejón, de bajo nivel. Recién en las siguientes generaciones esa música es aceptada. El próximo paso es que la música andina también sea asumida y celebrada en las casas de las familias de clase alta limeña. […]
¿Cómo se puede apuntalar esta opción?
Para marcar un camino, se necesita tener raíces, identidad y cohesión. En la medida en que no hay cohesión, nadie va a asumir un objetivo colectivo. El crecimiento es un asunto económico; la distribución es un asunto social. Estamos comenzando a resolver el problema económico, pero el problema social no está resuelto. El éxito de un país se define en la medida en que resuelva sus problemas tanto económicos como sociales. Hasta ahora, la brecha que divide a los peruanos se mantiene, y la principal causa es que persiste la discriminación. Todavía a muchos gerentes de tal o cual empresa les parece que alguien que se llama Mamani o Condori no pertenece a la misma dimensión de la realidad a la que pertenecen ellos.
Un clip del concierto del que habla Cueto «Encantos Andinos» con Jaime Guardia y Pepita García Miró.
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